Me llamo Libia Cáceres y soy maestra.

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Cuando tuve mi menstruación por primera vez fue un momento muy mágico y muy mío. Yo no le conté a nadie. Yo vivía en una casa muy tradicional donde ese día mi mamá no me hubiese dejado bañar; era navidad entonces no me hubieran dado vino ni permiso para ir a las fiestas, entonces yo calladita. Saqué unas toallas y ya.

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Como tres meses después tenía puesta una pantaloneta y cuando me agaché, mi mamá me vio y se puso a llorar porque yo no le había contado.

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Me sentía mujer, porque era la más chiquita del colegio y ya todas mis compañeras se habían desarrollado, tenían senos y caderas anchas; yo todavía era flaca. Alta pero flaca.

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Sin embargo, desde ese momento yo tomé la decisión de no tener hijos porque quería se runa mujer profesional. Pero cuando estaba en quinto de primaria nuestro trabajo de grado era hacer un ajuar de bebé, y al año siguiente ya todas mis compañeras estaban embarazadas. Entonces yo dije “no, yo gorda, fea, mal vestida y con chinitos, no. Yo me voy a estudiar”. Terminé mi bachillerato, mi universidad, y monté mi jardín infantil, que tuve por 20 años.